Querido Papá Noel:
Hacía muchos años que no te escribía. Las últimas veces te pedía cosas que se encontraban en un catálogo de juguetes, y casi casi que te ponía hasta el número de referencia. Este año he decidido escribirte para pedirte algunas cosas importantes, y no, ninguna de ellas es un horno o la última amasadora.
Lo primero que te quiero pedir es para todas esas personas que lo pasan tan mal y van de médico en médico escuchando cómo lo suyo “son nervios”, cómo los tildan de hipocondríacos y cómo tienen que luchar con que no sólo su entorno no los entienda, sino que ni un médico les haga caso. Por favor, estas Navidades tráeles a todos ellos muchos mimos y mucha atención, y sobre todo mucha credibilidad. Que nadie tenga que justificarse nunca más.
En segundo lugar, quisiera pedirte que a todos esos médicos en quienes tanto confiamos les traigas mucha sabiduría, comprensión y perseverancia. Que no se rindan a la primera y busquen y busquen hasta dar con el problema. Que ojalá sea sólo celiaquía, que por muy incómodo o molesto que pueda ser algunas veces, es un mal muy pero que muy menor.
También me gustaría que trajeras información para todos. Que nadie saliera de la consulta del médico sin tener a dónde acudir con seguridad. Que todo pase tu filtro mágico de “esto vale y esto no” para que la información que nos llegue a todos sea segura, contrastada y de calidad, ya que basamos nuestra salud en ella y, como imaginarás, eso no es moco de pavo.
Si puedes, déjanos debajo del árbol una buena dosis de mejor comida y menos basura. O, en su defecto, a un dietista-nutricionista que nos enseñe a comer en nuestra nueva vida sin gluten (y a todos, ya puestos, que no nos viene nada mal). Que cocinar para todos sea un placer y no, como es en muchos casos, una obligación. Te dejo por aquí mi pasión por la cocina, la experiencia gastronómica y la satisfacción creativa para que la repartas por todas las casas celíacas del mundo. Contágiales de esa emoción que siento cada vez que le doy un bocado a ese roscón casero tiernísimo, cada vez que esa pizza me queda crujiente y me transporta a Italia, o cada vez que se me hincha el pan de pita en el horno.
Llena el mundo de empatía, por favor. Que ningún celíaco tenga que sentir nunca más la daga de la incomprensión de su entorno. No hay nada que nos haga sentir más solos y vulnerables, porque la verdad es que es una limitación que no depende para nada de nosotros. Y danos a los celíacos también una buena dosis de paciencia para que sepamos aceptar que no siempre las cosas van a salir como nos gustaría, y que ya se compensará en otra situación.
Reparte valor por donde puedas. Que nunca más tengamos que sentir miedo al soñar con un viaje ni al sentarnos en una mesa. Que nada suponga un riesgo, sino que todo sea disfrute en la vida.
Y, hablando de repartir, haz desaparecer las migas con gluten voladoras de todas nuestras mesas.
Pero si puedo pedirte un regalo, sólo uno, es que nos cuides de cualquier contaminación. Por favor, que ningún fabricante más nos diga que es sin gluten sin tener la certeza. Y que ningún restaurador piense jamás que por un poquito no nos va a pasar nada. Sólo te pido que estemos todos sanitos siempre, porque lo peor de contaminarse no es el momento en sí, sino lo que puede suponer a medio y largo plazo.
Y que todos aprendamos de los errores. Que errar es humano, y no reconocerlo más aún. Que no nos pueda nunca más el orgullo, sobre todo a aquellos que eluden su responsabilidad ante un error (y ya sabes que hace poquito me tocó sufrir precisamente esto).
Y ya que esta noche pasas por las casas de todos, te voy a pedir dos cosas más.
Dales un toque de atención a todos esos políticos, líderes y jefes de quienes depende que nuestra calidad de vida sea mejor para que tomen medidas reales. Y sí, con esto me refiero al precio de los productos sin gluten, pero también (y sobre todo) a todo aquello que nos haga llegar más rápidamente y con seguridad a un diagnóstico, y que nos permita llevar una vida segura dentro y fuera de casa.
Y por último, dale un abrazo largo y fuerte a todas esas personas que están perdidas en su vida celíaca: bien por desconocimiento o bien por falta de accesibilidad. Por favor, por favor, que ningún celíaco se tenga que llevar a la boca nunca jamás nada con gluten porque es la única comida de la que dispone en su maltrecho país. Que comer saludablemente, en todos los aspectos, sea un derecho real, y que se cumpla.
Pido mucho, y al final no pido nada. Dime tú si no es todo esto muy razonable y más factible de lo que nos han hecho creer.
Un fuerte abrazo,
Dany
PD: Esta noche te dejo unos polvorones caseros en casa, sin gluten, claro, para que te des un gustazo. Y también mandarinas, que están riquísimas y te van a venir genial para tener fuerzas en el viaje.
