Querida chica del tren:
Lo sé, es desagradable. Es incómodo tener una conversación privada en un espacio público y que todo tu entorno se entere de lo que estás contando. Pero es el precio que tenemos que pagar por tener las orejas puestas todo el tiempo.

Aquel día te oí en el Cercanías hablar por teléfono con tu madre y hasta hoy no me he animado a escribirte.
Siento decirte que te timaron.
Tu madre te invitó a cenar en su casa, para que le contaras en detalle lo que te acababan de comunicar, y le dijiste que qué va, que qué te iba a preparar para comer, si no podías comer nada.
Acababas de gastarte más de 300€ en un test masivo de intolerancias alimentarias que te hicieron en una farmacia y para colmo te habían quitado casi 20 alimentos de la dieta. Te dijeron que, por supuesto, dejaras de comer gluten y leche, que te salía una intolerancia alta. Tampoco podías comer cebolla, pero sí un poco de tomate, porque ahí sólo te salía en amarillo. La berenjena, que te encantaba, también la ibas a tener que eliminar porque en tu tabla te la habían puesto como mala malísima. Y así con un alimento tras otro.
Querida chica del tren, jamás supe tu nombre ni me animé a interrumpir tu conversación telefónica. Me hubieras mirado, con razón, con cara de “qué me dice esta lunática y por qué se mete en mi vida”. Me mordí la lengua y bajé del tren en la siguiente parada cabizbaja como el que sabe que pudo hacer un poquito de bien (aunque esto depende de las perspectivas) y no lo hizo.
No hay evidencia científica alguna que respalde los tests masivos de intolerancias alimentarias. No lo digo yo: grandes expertos en la materia han hablado largo y tendido de ello, como Juan Revenga y Julio Basulto. Y además, son varias las instituciones médico-sanitarias que se han posicionado en contra de la veracidad de estos tests. Las tienes todas enlazadas en el artículo de Revenga, que lo explica todo maravillosamente bien.
Espero que de salud estés mejor, pero seguro que no fue por quitarte esas cosas de la dieta porque te lo dijo el test de marras. Espero que tras consultarlo con la almohada esa noche te dieras cuenta de que algo no olía bien y lo hablaras con tu médico. Y espero que tu médico te haya dicho esto mismo que hoy te cuento yo aquí y te haya hecho las pruebas adecuadas para ver qué es eso que tenía tu salud un poco tocada.
Y si mejoraste quitándote todos esos alimentos, querida desconocida, fue porque cuando una limitación así llega a tu dieta empiezas a leer etiquetas, y empiezas a tomar mucha más consciencia de las cosas que comías. Y te das cuenta de que cuantas menos etiquetas tenga tu comida, más fácil se te va a hacer la compra. Y es que además, gracias a eso, mejor vas a comer. Así que no pasa nada por que no tomes leche o no comas cebolla, no son imprescindibles para la vida. Pero ojalá no estés viviendo engañada y comas todo lo que realmente puedes comer. Y ojalá le cuentes a todo el mundo el timo del que fuiste víctima, porque parece ser que el boca-oreja será la única manera que tengamos entre todos de evitar estas cosas.
Con un poco de retraso, pero con todo mi respeto y cariño,
Dany