Hace unas semanas os lanzaba una nueva encuesta para conocer cómo consumimos pan los celíacos. La verdad es que en cuestiones de hábitos, está claro que hay un montón de respuestas posibles, y en algo tan determinante como es el pan en nuestra cultura, más aún. Además, muchas veces nuestra forma de afrontar algo es diferente en función de las circunstancias que rodeen la situación, así que es más fácil encontrarse con “medias tintas” que con respuestas más radicales respecto a ciertos temas. Con todo, muchas personas respondieron a la encuesta y creo que los resultados son interesantísimos. Esto era lo que os planteaba:
¿Qué pan sin gluten se come en tu casa?
- Siempre compro el pan. Hay marcas muy buenas y a buen precio.
- Siempre compro el pan. Hay marcas muy buenas y puedo hacer el esfuerzo de pagarlas.
- Siempre compro el pan. Soy un desastre en la cocina y lo que encuentro en el mercado me vale.
- Siempre compro el pan, pero de un obrador artesanal, no industrial.
- Casi siepmre compro el pan. Sólo lo hago alguna vez para experimentar y variar, pero no lo disfruto especialmente.
- A veces lo compro y a veces lo hago, según el tiempo, el dinero, las ganas que tenga y lo que me apetezca.
- Generalmente lo hago, salvo cuando tengo que viajar o comer fuera de casa, que me llevo alguno comprado que no necesite ser calentado.
- Casi siempre lo hago, salvo que un día me quede sin pan y no tenga tiempo o medios para hacerlo.
- Casi siempre lo hago, salvo cuando hay alguna oferta en el mercado, que compro y almaceno para una buena temporada.
- Siempre hago el pan en casa. El mercado ofrece muy buenas opciones, pero no puedo pagarlas.
- Siempre hago el pan en casa. El mercado ofrece muy buenas opciones, pero disfruto más haciéndolo.
- Siempre hago el pan en casa. Las opciones comerciales no me convencen nutricionalmente.
- No como casi pan, nunca he tenido la costumbre.
- No como casi pan desde que empecé la dieta sin gluten.
Como veis, las opciones eran muchas y para todos los gustos. ¿Os imagináis lo que opinamos los celíacos?
Tal y como os decía al principio, predominan las medias tintas, de lo cual concluimos algo muy interesante: nos adaptamos. ¿Que hay que comer pan comprado? Se come. ¿Que hay que hacer pan? Se hace. Lo importante es que la mayoría (un 42,5%, entre unas cosas y otras) no renunciamos a comer pan. También hay dos grupos importantes que representan al 10,6% cada uno y completamente opuestos: por un lado, están los que reconocen que el precio del pan sin gluten que conseguimos en el mercado es elevado, pero se permiten hacer el esfuerzo de pagarlo. Es decir: para ellos, comer el pan es una necesidad. Física o psicológica, pero una necesidad a la cual no van a renunciar por una cuestión económica, y mucho menos cuando el mercado ya ofrece opciones bastante buenas. Por el contrario, el bando contrario dejó de comer pan a la hora de llegar al mundo sin gluten. No sabemos si es porque es demasiado caro, demasiado malo, demasiado difícil o simplemente por pérdida de gusto. De hecho, más de una vez he hablado con alguien que me contaba que cuando estaba en fase de diagnóstico dejó de comer pan porque simplemente no le apetecía, no le llamaba. Se ve que el cuerpo es sabio: ante algo que reconoce que le sienta mal, deja de pedirnos que lo comamos. Un pequeño porcentaje de los encuestados (2,6%) reconoce que realmente nunca ha tenido la costumbre de comer pan.
Hay otros dos grupos “medianos”, en torno al 7,5%, que también son algo opuestos. Por un lado, están los que compran pan porque son un desastre en la cocina. Y por el contrario, los que lo hacen porque lo fundamental para ellos es el aporte nutricional de los panes caseros. Me resulta curioso tanto un resultado como el otro: ¡que sólo un 7% se considere un desastre en la cocina habla muy bien de nosotros! En los últimos tiempos hemos avanzado mucho en la costumbre de cocinar en casa. Parece una tontería, pero el hecho de que se haya puesto de moda cocinar tanta cosa nos hace comer mucho mejor. Y, sin embargo, sólo el 7% está interesado en el tema nutricional. ¿Nos hemos parado a pensar lo que supone nutricionalmente lo que ingerimos a diario? Nos hemos dejado llevar por esas modas de cocinar más casero e, insisto, eso siempre es bueno. Pero parece ser que sólo lo seguimos por diversión y no por nutrición.
Los grupos minoritarios comprenden a los que compran pan en los obradores artesanales, a quienes no disfrutan haciendo pan, a los que renuncian a comprar pan por una cuestión económica y a los que realmente disfrutan de hacer pan en casa. Y es que, una vez más, volvemos al principio: finalmente somos cada vez más prácticos. En una vida tan acelerada como la que llevamos a día de hoy, cuantas menos complicaciones, mejor.
Para la próxima encuesta, hablamos de las asociaciones de celíacos. Es un tema que levanta bastantes ampollas y en el que, una vez más, hay opiniones para todos los gustos. Como siempre, esas opiniones se bastan mucho en la experiencia que tengamos pero, en el caso de las asociaciones, me da la sensación de que aún más. ¿Queréis ver de qué va? Haced clic en la imagen de abajo y os llevará a la encuesta. Una vez más es una pregunta rápida y sencilla.