Hace unas semanas os recomendaba cacharros de cocina para aprovechar el black friday. Es cierto que es una jornada (en realidad, es una semana!) muy orientada al consumismo y al comprar por comprar. Pero yo siempre he sido de esas personas que no compran si no necesitan.
Os voy a contar una anécdota: en mi segundo curso de la carrera, muy cerca de mi cumpleaños se me rompieron los auriculares de mi musiquito (mp3). El musiquito funcionaba perfectamente (aunque tenía sólo medio giga de memoria, pero me valía), sólo me tenía que comprar unos auriculares. Y lo iba posponiendo porque, aunque me gustaba escuchar música, en ese momento, de exámenes y todo eso, no era algo que me urgiera.
La cuestión es que llegó mi cumpleaños y mis amigos me regalaron un musiquito nuevo, como el mío, pero con un giga de memoria.
Os prometo que me quedé paralizada. No supe cómo reaccionar. Era un regalazo, las cosas como son, pero mi cabeza hizo un pequeño cortocircuito al ver que tenía en mis manos algo que ya tenía. Mis amigos, de hecho, se extrañaron y me preguntaron si es que no me gustaba. Y les dije que sí, que claramente me gustaba mucho y que se lo agradecía enormemente, pero que yo ya tenía un musiquito, que simplemente no le funcionaban los auriculares. Y ellos me dijeron que, bueno, puestos a comprarme unos auriculares, me compraban un musiquito mejor.
Soy de las que usan las zapatillas hasta, literalmente, romperlas. No me compro una pinza del pelo hasta que no pierdo la anterior (que, reconozcámoslo, es frecuentemente), y tengo ropa con más de 5 y 7 años. Mi móvil me juega malísimas pasadas, me hace sufrir y ser menos eficiente, pero a pesar de todo ello, como aún no se ha apagado definitivamente, no me compro otro (tampoco es que tenga el dinero suficiente para hacerlo).
La entrada del black friday estaba orientada a aprovechar una buena oportunidad de comprar eso que tanto necesitamos cuando tenemos un presupuesto ajustado. Porque sé muy bien lo que es ir guardando moneda a moneda en una hucha hasta que tenemos lo suficiente para eso que necesitamos. Y qué menos que aprovechar una oferta.
Pero la entrada de hoy va de algo muy diferente.

La entrada de hoy va de todos esos regalos que hacemos porque “tenemos que comprarle un regalo a…”. Esos regalos por los que, o nos rebanamos los sesos para encontrar algo original, bonito, barato y útil (todo a la vez), o acabamos comprando cualquier cosa innecesaria que, muy frecuentemente, se queda en un rincón.
Yo hace ya bastante tiempo que prefiero regalar experiencias y no cosas. Prefiero regalar una cena, unas entradas para el teatro o para un concierto, o una sesión de SPA. Sobre todo cuando la persona a la que le hago el regalo no necesita nada que yo pueda comprarle.
Y también regalo mi tiempo. Y no sabéis cómo lo disfruto.
Prepararle a alguien una cena y una tarta para su cumple es algo de cuyo proceso disfruto enormemente, imaginando la ilusión que le hará a esa persona. Pero es que además después comparto con ella un momento muy feliz disfrutando de ese regalo juntas y ese es el tipo de alegrías que me llevo a la cama por las noches.

Es por eso que hoy, con el puente acabado y la Navidad ya enfilada oficialmente, os propongo algo para estas fiestas.
Dedicad una tarde, de esas frías y oscuras, en las que las calles de la ciudad están abarrotadas de gente comprando, para pasar tiempo de calidad en casa con los vuestros. Os propongo que hagáis estas galletas en familia y disfrutéis jugando todos juntos.
Y si no tenéis con quién pelearos con la harina, haced las galletas en casa para regalar. Luego las ponéis en unas latas o paquetitos bonitos y las repartís entre vuestros seres queridos.
Y, mientras las preparáis, echadles todo el cariño del mundo, trabajad despacio y disfrutad de la ilusión de montar algo para alguien.

Ingredientes (para unas 20-22 galletas rellenas):
- 130 g. de mantequilla a temperatura ambiente.
- 55 g. de azúcar glas.
- 1 huevo.
- 250 g. de Mix C – Mix Dolci de Schär. Si tenéis problemas con el maíz, podéis usar perfectamente el Mix It! Universal.
- Media cucharadita de impulsor (levadura química).
- Una cucharadita de canela molida.
- Media cucharadita de nuez moscada molida.
- La puntita de una cucharadita de clavo de olor molido.
- 40 g. de coco rallado.
- 300 g. de mermelada sin tropezones.

Preparación:
- En la picadora, picar el coco para hacerlo más fino. No es necesario que quede como harina, pero sí que los copos queden más pequeños.
- Mezclar con la harina, las especias y el impulsor y reservar.
- Batir la mantequilla con el azúcar glas.
- Cuando esté bien integrada, incorporar el huevo y seguir batiendo.
- Añadir la mezcla de harinas poco a poco e ir incorporando con una espátula y, cuando haga falta, con las manos.
- Cuando la masa esté integrada y lisa, dividir en dos, envolver en film transparente y dejar reposar en la nevera durante una hora.
- Sacar una de las masas de la nevera, estirar entre dos papeles de hornear con un grosor de 3 mm., poner en una bandeja, tapar con film y devolver a la nevera.
- Repetir el punto anterior con la otra parte de la masa.
- Sacar la primera masa de la nevera, cortar las formas de galletas sin agujero, poner sobre una bandeja con papel de hornear, tapar con film y devolver a la nevera.
- Repetir el punto anterior con la otra parte de la masa, sólo que haciéndole un agujero en el centro con un cortador más pequeño a cada galleta.
- Hornear la primera bandeja de galletas durante 15 minutos a 160ºC y, la segunda, durante 13 minutos a la misma temperatura.
- Dejar enfriar por completo sobre una rejilla y, una vez completamente frías, rellenar con mermelada.
- Espolvorear un poco más de azúcar glas por encima, empaquetar bonito y regalar.

Recomendaciones:
- Recién hechas, resultan un poco pastosas en boca, así que de un día para el otro están muchísimo más ricas. También se concentran mejor los sabores.
- Podéis ponerle un poco más de cada una de las especias, si queréis. Tal y como están quedan aromatizadas pero suavecitas, muy agradables.
- Para rellenarlas, les pongo una capa fina de mermelada primero y las tapo. Después, relleno el agujero con mermelada, aunque no hasta arriba del todo. Queda mucho mejor que ponerles mucha cantidad antes de taparlas.
- Si las hacéis sin agujero, podéis ponerle esa capa inicial un poco más gruesa.

Colaboración.